Los murales son la nueva fachada del gran escenario de la cotidianidad paceña, que esperan un fin de semana o un día festivo —cuando el tiempo no cuesta y el espacio parece dar concesiones— para que las ideas de los artistas puedan ser valoradas.
Desde que el 2005 echó a andar el proyecto “Murales para La Paz”, al menos 22 obras se han plasmado en diferentes puntos de la ciudad, con distinta temática, técnica y calidad.
El producto terminado recorre, según dos expertos, un accidentado tránsito entre el mero “pintarrajeado de paredes”, el “muralismo decorativo”, vaciado de contenido político o didáctico, y creaciones prototipo del arte mural.
El pintado de murales es resultado de la política de promoción cultural impulsada por la Oficialía Mayor de Culturas de la Alcaldía paceña.
“El 2005 surge el proyecto ‘Murales para La Paz’, cuya idea fue intentar dar otro rostro a la ciudad y también generar espacios para que los propios artistas puedan mostrar sus imaginarios, su percepción o algún tipo de problemáticas en la ciudad”, dice Andrés Zaratti, director de Patrimonio y Promoción Cultural de la Oficialía Mayor de Culturas.
La nominación de la ciudad de La Paz, el 2009, como Capital Iberoamericana de las Culturas y la celebración del Bicentenario de la Revolución de 1809, apuntalaron esta iniciativa, que cuenta con el apoyo de otras instituciones, como la Fundación Solón.
¿Cómo o quién elige el tema y al artista plástico? ¿Cuánto le cuesta a la ciudad esta iniciativa? Según el Director de Patrimonio y Promoción Cultural, responde a diferentes procesos. Si la modalidad es la del concurso, la Oficialía no forma parte del jurado con la finalidad de ser imparcial en la evaluación. Si se trata de solicitudes de artistas, un equipo interno de la Oficialía, compuesto por artistas plásticos y gestores culturales, trabaja con ellos junto con las subalcaldías y los vecinos.
Por el Bicentenario, indica Zaratti, se hicieron muchos murales por invitación como “La marcha de los 200 años” de Gastón Ugalde o “El presente” del grupo Apacheta, ubicado en el nudo Villazón.
Hay veces en que la Alcaldía paga al artista, en otras sólo compra el material, también hay casos en que no paga nada y sólo concede el muro o a veces sólo acondiciona la pared donde se hará el mural.
Pero los resultados no son siempre del agrado de todos y más de una obra ha desatado polémica, como la que rodeó a la “Marcha del Bicentenario”, obra que, según el director del Museo Nacional de Arte, Édgar Arandia, o del presidente de la Asociación Boliviana de Artistas Plásticos (ABAP), filial La Paz, Mario Ibáñez, se ha craquelado y muestra signos de un prematuro deterioro desde hace un par de meses.
La ABAP, reunida en su sexto congreso nacional, criticó que la Alcaldía haya adjudicado la obra a un “principiante del muralismo” y haya saltado procedimientos, dice Ibáñez. Sin embargo, Zaratti indica que el arte es subjetivo, y que la Alcaldía eligió a Ugalde porque su propuesta comulgaba con las ideas que la municipalidad paceña tenía del Bicentenario.
Tanto Ibáñez como Arandia coinciden en que se deben seguir pintando murales. Sin embargo, creen que las condiciones de selección deben ser más rigurosas, la apertura a estos espacios más democrática y los honorarios a los artistas menos asimétricos. Según ambos, los murales deben significar una inversión más que decorativa para La Paz.
Arandia, voz crítica de la fiebre de pintar murales
“El arte mural es esencialmente didascálico”, indica Édgar Arandia, director del Museo Nacional de Arte. Esto quiere decir que un mural tiene un contenido político o didáctico. En Bolivia existió un movimiento muralístico importante en 1952 conformado por Miguel Alandia Pantoja, Lorgio Vaca, Gil Imaná, entre otros”, recuerda Arandia.
Lo que acontece actualmente es un “muralismo decorativo”. “Son murales vaciados de contenido”. Hay una exacerbación por pintar murales, en La Paz, que en su mayoría no están muy elaborados. Existe un grupo de muralistas que realmente “está pintarrajeando las paredes” porque no tiene ningún concepto estético, ni decorativo, mucho menos político. Destaca el trabajo del grupo Apacheta, aunque cree que este grupo debe estudiar la historia del país y tomar en cuenta al movimiento grafitero.
La Razón
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